La falta de proactividad en la gestión de riesgos catastróficos
Este articulo fue escrito por Juan B. García Martínez, ingeniero químico e investigador de ALLFED - Alliance to Feed the Earth in Disasters. Estudia el potencial de soluciones alimentarias resilientes para catástrofes que colapsen la agricultura global, como escenarios de pérdida abrupta de la luz solar (Erupción supervolcánica, invierno nuclear, impacto de gran cometa o asteroide); o colapso del sistema industrial/eléctrico.
Adaptado de: Effective Altruism Forum
Resumen ejecutivo
Presento dos ejemplos notables (la erupción del Eyjafjallajökull de 2010 y la pandemia de COVID-19) de la siguiente tendencia:
Los expertos destacan la importancia de un riesgo de alta incertidumbre pero de gran impacto (al que la población es vulnerable y está expuesta).
El gobierno quizá le preste cierta atención. Quizá realice ejercicios de simulación y/o informes.
Es posible que se realicen algunas actividades de preparación en base a estos.
La catástrofe tiene lugar y pilla a las instituciones desprevenidas.
El gobierno se prepara entonces más seriamente para este tipo de riesgo (al menos durante algún tiempo).
Denomino a esto la mentalidad de "reactividad sobre proactividad".
Hay razones para creer que esta mentalidad miópica tendrá consecuencias catastróficas para la humanidad y su futuro.
Doy dos ejemplos notables de otros riesgos que podrían seguir el mismo camino esbozado anteriormente, con consecuencias catastróficas (tormentas solares y una catástrofe alimentaria mundial extrema).
Argumento que en este momento hay mejoras muy rentables en términos de intervenciones para hacer frente a estos riesgos, que requieren poca financiación de los gobiernos (como primera aproximación al problema). Un ejemplo es el desarrollo de planes de respuesta rápida para el despliegue de tecnologías pertinentes en caso de catástrofe.
Este análisis presenta el caso de la gestión de riesgos catastróficos en base al ejemplo del Reino Unido* gracias a la gran cantidad y disponibilidad de datos sobre el tema. El National Risk Register (NRR) del Reino Unido es un informe oficial del gobierno que sirve como resumen de la evaluación de los riesgos importantes que pueden afectar al país.
Dos ejemplos notables
La erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull en 2010 cogió por sorpresa a las instituciones británicas, pero no a los investigadores. Los científicos ya habían dado la voz de alarma, en 2005 se llevó a cabo un panel gubernamental sobre el riesgo y se elaboró un informe. Sin embargo, parece que no se desarrolló una preparación significativa a partir de esto, y el riesgo volcánico solo se añadió al NRR después de la catástrofe de 2012.
En 2016, el Reino Unido llevó a cabo el ejercicio Cygnus, en el que se realizó una simulación secreta de una amenaza vírica similar a la de COVID-19 para poner a prueba la preparación del Reino Unido. El informe, que se hizo público posteriormente, afirmaba claramente que el Reino Unido no estaba preparado para una pandemia de este tipo. El gobierno ha afirmado que ha actuado de acuerdo con sus recomendaciones y ha aplicado las lecciones aprendidas del mismo.
El riesgo de enfermedades infecciosas emergentes se incluyó en el NRR anterior al COVID-19, con una gravedad potencial estimada en "hasta 100 víctimas mortales". La edición actual del NRR aclara que el COVID-19 no está incluido en la evaluación.
A partir de la experiencia con el ébola, se creó una red de detección precoz de virus emergentes, pero en algún momento anterior a la pandemia mundial dejó de funcionar, ya que al parecer su labor se diluyó en "otros foros y grupos".
Motivos de preocupación
¿Por qué es importante esta tendencia? Aunque no resulte obvio a primera vista, la mentalidad de tomar un riesgo en serio solo después de que se produzca un desastre podría ser catastrófica a muchos niveles, incluido el existencial. En palabras adaptadas de Nick Bostrom, experto mundial en el tema de riesgos catastróficos globales:
"Nuestro enfoque ante los riesgos existenciales no puede ser de ensayo y error. No dan oportunidad de aprender de los errores. El enfoque reactivo -ver lo que ocurre, limitar los daños y aprender de la experiencia- es inviable ante estos riesgos. Más bien, debemos adoptar un enfoque proactivo. Esto requiere previsión para anticiparse a los nuevos tipos de amenazas y la voluntad de tomar medidas preventivas decisivas y asumir los costes (morales y económicos) de dichas acciones."
— Nick Bostrom
Influir en las instituciones gubernamentales y en los responsables de la toma de decisiones para que sean más proactivos en su evaluación de riesgos parece tener una importancia existencial a largo plazo. El Reino Unido es considerado un país líder y pionero en el campo de la evaluación de riesgos, lo que no es una buena señal de cómo otros países pueden estar tratando con estos riesgos de alta incertidumbre pero gran impacto contra los que hay que prepararse. Mi experiencia con los funcionarios españoles encargados de la preparación ante las catástrofes ha contribuido a que crea que la falta de proactividad está muy extendida en la evaluación de riesgos en todo el mundo. Queda por ver si es acaso posible que los responsables de la toma de decisiones consideren seriamente y actúen sobre aquellos riesgos que no están (o ya no están) en el punto de mira de la opinión pública.
Lo desconocido no es lo mismo que lo improbable.
— Lord Martin Rees
¿Cuáles son los próximos riesgos con los se podría repetir este patrón?
Pongo dos ejemplos estrechamente relacionados con mi propia experiencia en la investigación de riesgos catastróficos globales:
En 2015, el Reino Unido llevó a cabo una simulación de tormentas solares extremas, las cuales han sido repetidamente destacadas por los expertos como un riesgo contra el que la infraestructura eléctrica "no es ni mínimamente resiliente". Este evento, o un ataque de pulso electromagnético, podría ser capaz de causar un colapso de la infraestructura eléctrica e industrial, interrumpiendo las comunicaciones, el transporte, el saneamiento, la producción y distribución de alimentos, y el suministro de agua, y podría durar un año o más, pudiendo devolver a la población afectada a condiciones preindustriales durante un largo período de tiempo. El informe del Reino Unido sobre el ejercicio puede consultarse aquí, pero aún está por ver si la preparación que se deriva de él, como la red de alerta temprana ante estos eventos, dará mejores resultados que la que se realizó contra el riesgo volcánico y pandémico.
El riesgo de una catástrofe alimentaria mundial extrema ha sido destacado por los expertos en la literatura científica, existiendo múltiples mecanismos posibles para desencadenarla, entre ellos las erupciones supervolcánicas. El NRR no incluye este riesgo, probablemente porque 1) se considera una consecuencia de otros riesgos en lugar de un riesgo en sí mismo, o 2) el análisis no capta suficientemente los riesgos de alta incertidumbre y alto impacto. En cualquier caso, es probable que el Reino Unido no esté suficientemente preparado para la escasez de alimentos, y potencialmente tampoco para otros riesgos de esta naturaleza.
Entonces, ¿Qué se puede hacer? Algunas ideas:
Influir en los gobiernos para que establezcan medidas de resiliencia y preparación más generales. Por ejemplo, los países que mejor afrontaron la aparición de la pandemia de COVID-19 fueron los que estaban más preparados para una respuesta flexible contra hipotéticos nuevos patógenos (Enfermedad X), en lugar de centrarse en amenazas anteriores conocidas, como las epidemias de gripe.
En palabras adaptadas de Niall Ferguson: "En lugar de intentar predecir una o dos emergencias futuras y prepararse para ellas con engorrosos planes de contingencia, estos países hacen hincapié en la reacción rápida y el despliegue de tecnología para maximizar su capacidad de respuesta."
Alliance to Feed the Earth in Disasters (ALLFED) está trabajando en el tema de las catástrofes alimentarias extremas, aplicando un razonamiento similar al anterior. La preparación para el despliegue rápido de tecnologías de producción de alimentos resilientes para aumentar rápidamente la producción tras una catástrofe alimentaria parece ser una forma rentable de prepararse contra este riesgo con una financiación limitada. Si la financiación no fuera tan limitada, realizar pruebas piloto de construcción y despliegue rápido de instalaciones de producción de alimentos resistentes podría aumentar aún más la preparación (véase un resumen de la idea aquí). Hacer que los sistemas de producción de alimentos se vuelvan intrínsecamente más resilientes ahora también ayudaría.
El Center for Long-Term Resilience (CLTR) ha presentado recientemente una lista de recomendaciones rentables para el Reino Unido sobre la preparación contra riesgos extremos de alta incertidumbre con su informe Future Proof. El Centre for the Study of Existential Risk (CSER) ha hecho lo mismo en su informe de lecciones aprendidas del COVID-19. Entre las recomendaciones que comparten estos informes figuran la normalización de la técnica del red-teaming y la creación de un organismo gubernamental dedicado a la preparación contra toda la gama de amenazas. Muchas de ellas podrían ser útiles para otros países, por lo que sería valioso traducirlas y adaptarlas a diferentes idiomas y contextos regionales.
En cuanto a la conexión entre una mentalidad reactiva y el riesgo existencial, aumentar los esfuerzos para estimular la proactividad de los responsables de la toma de decisiones en la preparación para el riesgo podría ser clave para responder eficazmente a las catástrofes y reaccionar a tiempo antes de que escalen a nivel existencial, según el modelo de "3 capas de defensa contra la extinción humana".
Agradecimientos: Gracias a David Denkenberger, Nuño Sempere, Jaime Sevilla, Ray Taylor, Morgan Rivers y Aron Mill por sus útiles sugerencias y comentarios.
* El Reino Unido es usado como ejemplo por la gran cantidad de datos disponibles, no por criticar específicamente su capacidad de evaluación de riesgos. El problema que aquí se expone parece generalizado en todo el mundo, y cuando no lo es, la razón suele ser que los riesgos señalados por los investigadores ni siquiera reciben atención del gobierno, lo cual es peor.